Los celos y la envidia.
Todos conocemos la historia de José. Cuando era
joven, probablemente fue despreocupado y no se detenía a pensar en lo que decía
ni hacía. En ocasiones las palabas pueden haber salido sin freno de su boca.
Estaban llenas de vida y de lo que él creía que se haría realidad. Sus hermanos
por lo general se encogían y se abstenían de hacer ningún comentario obvio que
revelara la ira sorda y los celos que sentía hacia él.
Era el hijo de Raquel. Aunque Jacob tenía otras
esposas, era Raquel a quién amaba y eso hacía que favoreciera a José (Génesis 29:18; 37:3). Eso lo había
dejado bien claro con sus acciones, que con toda probabilidad alimentaron la
arrogancia juvenil de José. La Biblia nos dice que “Y amó Israel (Jacob) a José
más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una
túnica de diversos colores” (Génesis
37:3)
Sin saberlo, Jacob, a quién Dios después pondría por
nombre Israel, había preparado las condiciones para una de las luchas más duras
que una persona puede enfrentar: Los celos y la envidia. Si no se enfrenta y
resuelve, eso tiene el poder de causar una contienda profunda dentro de nuestra
vida. Si no se les desactiva, pueden abrir un hueco en el corazón y las
emociones de una persona. Podemos
ponernos celosos de otros debido a que tienen más que lo que tenemos nosotros.
Este fue el caso de los hermanos de José (Génesis
37:11).
Se sintieron abandonados, ignorados y menospreciados
por su padre. José, por otra parte, había recibido todo lo que su corazón había
deseado. Y acababa de recibir una túnica de múltiples colores, que representaba
el amor y el favor de su padre.
Debemos
exponer la verdad sobre los celos:
Los celos son una mina que golpea duro. Tienen la
capacidad de hacer mucho daño a nuestra fe y de impedirnos disfrutar de las más
ricas bendiciones de Dios.
El hecho de que veamos a alguien progresar más que
nosotros no significa que Dios no esté reteniendo Su bondad. Puede que solo nos
esté preparando para lo que vendrá en el futuro. Él quiere bendecirnos, pero
también quiere revelar las más profundas motivaciones de nuestro corazón. Eso
fue lo que ocurrió con los hermanos de José.
La primera vez que presenciaron el amor de su padre
por él pueden haberse encogido.
La segunda
vez pueden haber apartado su mirada con gusto.
La tercera vez, ya estaban dispuestos a responder
llenos de frustración e ira. A partir de ahí los celos empezaron a
desarrollarse.
Cada vez que perciba usted los sentimientos de
envidia y celos crecer dentro de usted, debe responderse dos preguntas:
1.
¿Cómo
reaccionaré a los sentimientos de celo?
2.
¿y
cómo me las arreglaré con mis acciones, que por lo general contienen
sentimientos de ira?
Antes de lanzar un salto extenso contra la persona
que usted cree que es su ofensor, necesita recordar que el objetivo primario de
Satanás es apartar su atención de Dios y ponerla en sus circunstancias. Él
quiere que usted se vuelva celoso, distraído y orgulloso.
Los hermanos de José estaban seguros de que su padre
no los tenía en cuenta. De forma equivocada asumieron su falta de importancia.
Por eso los celos ardieron en lo profundo de sus corazones hasta que actuaron
en base a sus emociones e hicieron algo que les causó mucho dolor a ellos y a
su padre durante muchos años.
Tenemos que ser pacientes y aguardar a que Dios nos dé sus bendiciones en el tiempo
apropiado. Puede ser tentador preguntarse: “¿Y
yo qué?” A veces las personas pueden ponerse celosas sin saber que Dios
tiene algo bueno destinado para ellas.
Cuando nos ponemos celosos nos arriesgamos a perder
sus mejores dones, porque estamos concentrados solo en lo que no tenemos.
Cuando escogemos ese rumbo, podemos perder mucho tiempo alimentando
sentimientos de angustia, frustración, preocupación y envidia.
La verdad es que, antes que pueda lidiar bien con
los pensamientos de celos, usted deberá legar a la conclusión de que Dios le
ama y no le ha olvidado. Puede que se sienta olvidado en una relación, en su
trabajo o hasta en su iglesia, pero Él nunca dejará de tenerle en cuenta.
¿Cómo
se detona esta mina?
Usted puede llegar a pensar erróneamente: “¿No dice
Dios que Él nos cela?” la respuesta es sí, pero con una clase distinta de celo;
nos el tipo de celos que llevará a la envidia y el pecado, es un celo protector,
mucho mayor que el que un padre amoroso tendría por su hijo.
Dios nos está celoso de nosotros; está celoso por nosotros,
lo que quiere decir que él desea nuestro compañerismo y amor. Él nos cela y nos
protege del mal, vigilándonos con extremo cuidado.
Josué dijo así: “No
podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá
vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejareis a Jehová y sirviereis a
dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha
hecho bien.” (Josué 24:19-20).
Las palabras de Josué fueron una fuerte advertencia a la nación de Israel para
no permitir nada que pudiera impedir su comunión con Dios.
Muchas veces nosotros le dedicamos tiempo y energía
a los dioses de nuestro tiempo:
o
La
prosperidad material
o
La
posición social.
o
Video
juegos
o
Apariencias
superficiales ante otros
o
Etc.
Si no recibimos lo que creemos merecer, eso detonará
el celo dentro de nosotros, perdiendo de vista la santidad y bondad de Dios,
dejamos de lado la oportunidad maravillosa de tener una relación más profunda
con Él.
Puede parecer difícil vivir apartado de los celos,
pero no lo es. Para lograrlo, tenemos que llegar a un punto en que nos demos
cuenta de que la obediencia parcial no es obediencia. En otras palabras, no se
puede ser bueno con una persona delante de ella y luego a sus espaldas soltar
palabras de celos y envidia contra ella. Aprender a despojarse de los
sentimientos de celos es un proceso, Dios al igual que todo pecado, quiere que
lo confesemos y nos apartemos de ese pecado, si es posible, para siempre.
¿Sabes por qué? Porque los celos pueden crear una atmosfera de ansiedad y temor
en el corazón.
El antiguo adagio: “Una cosa lleva a otra es muy
cierto, si tenemos problemas con los celos, debemos saber que no es la única
mina con la que chocaremos.
La secuencia es la siguiente: 1- los celos llevan a
la envidia. 2- La envidia a la ira. 3.- y la ira al temor.
Este ciclo continuará hasta que quedemos paralizados
o hasta que nos volvamos a Dios y le pidamos que intervenga. “Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y
gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11)
Los
celos son opcionales.
Los hermanos de José nunca tuvieron en cuenta la
voluntad y el propósito de Dios para su propio futuro. Vieron como trataban a
José y se sintieron excluidos, amenazados, celosos y airados. El pecado siempre
comienza por un solo pensamiento. Es en este momento donde podemos escoger
entre: Aferrarnos a él o dejarlo escurrirse de nuestra mente.
¿Cómo
podemos ganar la batalla a los celos?
Dios estaba siempre con José, por eso siempre tenía
una sensación profunda de paz en su corazón (Génesis 39:21) él siempre se mantuvo con su confianza firme en
Dios.
Muchas veces nuestras circunstancias no tienen
sentido alguno desde nuestra perspectiva. Sin embargo, desde la perspectiva de
Dios tiene mucho sentido. Él utilizó las tribulaciones de José para prepararlo
para un servicio, pero Dios también trajo para él y traerá para nosotros,
esperanza aun en situaciones desesperadas.
Hasta el apóstol Pedro tuvo que ser advertido de
esta situación. Después de la resurrección le preguntó al Señor Jesús sobre el
apóstol Juan: “Volviéndose Pedro, vio que
les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había
recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de
entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo:
Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” (Juan 21:20-22)
Esta es una respuesta perfecta a los celos: “¿Qué
a ti? Sígueme tu” En otras palabras, Dios te está diciendo, no dirija
tu corazón a otros y las bendiciones de Dios para aquellos, sino que centres tu
atención absoluta en Dios. Con tus ojos fijos en Dios, no te preocuparás más
por los demás.
Santiago escribió: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena
conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y
contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;
porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal,
diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda
obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura,
después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para
aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:13-18)
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