lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Celoso? ¿Envidioso?

Los celos y la envidia.

Todos conocemos la historia de José. Cuando era joven, probablemente fue despreocupado y no se detenía a pensar en lo que decía ni hacía. En ocasiones las palabas pueden haber salido sin freno de su boca. Estaban llenas de vida y de lo que él creía que se haría realidad. Sus hermanos por lo general se encogían y se abstenían de hacer ningún comentario obvio que revelara la ira sorda y los celos que sentía hacia él.

Era el hijo de Raquel. Aunque Jacob tenía otras esposas, era Raquel a quién amaba y eso hacía que favoreciera a José (Génesis 29:18; 37:3). Eso lo había dejado bien claro con sus acciones, que con toda probabilidad alimentaron la arrogancia juvenil de José. La Biblia nos dice que “Y amó Israel (Jacob) a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores” (Génesis 37:3)

Sin saberlo, Jacob, a quién Dios después pondría por nombre Israel, había preparado las condiciones para una de las luchas más duras que una persona puede enfrentar: Los celos y la envidia. Si no se enfrenta y resuelve, eso tiene el poder de causar una contienda profunda dentro de nuestra vida. Si no se les desactiva, pueden abrir un hueco en el corazón y las emociones de una persona.  Podemos ponernos celosos de otros debido a que tienen más que lo que tenemos nosotros. Este fue el caso de los hermanos de José (Génesis 37:11).

Se sintieron abandonados, ignorados y menospreciados por su padre. José, por otra parte, había recibido todo lo que su corazón había deseado. Y acababa de recibir una túnica de múltiples colores, que representaba el amor y el favor de su padre.

Debemos exponer la verdad sobre los celos:

Los celos son una mina que golpea duro. Tienen la capacidad de hacer mucho daño a nuestra fe y de impedirnos disfrutar de las más ricas bendiciones de Dios.

El hecho de que veamos a alguien progresar más que nosotros no significa que Dios no esté reteniendo Su bondad. Puede que solo nos esté preparando para lo que vendrá en el futuro. Él quiere bendecirnos, pero también quiere revelar las más profundas motivaciones de nuestro corazón. Eso fue lo que ocurrió con los hermanos de José.

La primera vez que presenciaron el amor de su padre por él pueden haberse encogido.
La segunda vez pueden haber apartado su mirada con gusto.
La tercera vez, ya estaban dispuestos a responder llenos de frustración e ira. A partir de ahí los celos empezaron a desarrollarse.

Cada vez que perciba usted los sentimientos de envidia y celos crecer dentro de usted, debe responderse dos preguntas:

1.      ¿Cómo reaccionaré a los sentimientos de celo?
2.      ¿y cómo me las arreglaré con mis acciones, que por lo general contienen sentimientos de ira?

Antes de lanzar un salto extenso contra la persona que usted cree que es su ofensor, necesita recordar que el objetivo primario de Satanás es apartar su atención de Dios y ponerla en sus circunstancias. Él quiere que usted se vuelva celoso, distraído y orgulloso.

Los hermanos de José estaban seguros de que su padre no los tenía en cuenta. De forma equivocada asumieron su falta de importancia. Por eso los celos ardieron en lo profundo de sus corazones hasta que actuaron en base a sus emociones e hicieron algo que les causó mucho dolor a ellos y a su padre durante muchos años.

Tenemos que ser pacientes y aguardar a que Dios  nos dé sus bendiciones en el tiempo apropiado. Puede ser tentador preguntarse: “¿Y yo qué?” A veces las personas pueden ponerse celosas sin saber que Dios tiene algo bueno destinado para ellas.

Cuando nos ponemos celosos nos arriesgamos a perder sus mejores dones, porque estamos concentrados solo en lo que no tenemos. Cuando escogemos ese rumbo, podemos perder mucho tiempo alimentando sentimientos de angustia, frustración, preocupación y envidia.

La verdad es que, antes que pueda lidiar bien con los pensamientos de celos, usted deberá legar a la conclusión de que Dios le ama y no le ha olvidado. Puede que se sienta olvidado en una relación, en su trabajo o hasta en su iglesia, pero Él nunca dejará de tenerle en cuenta.

¿Cómo se detona esta mina?

Usted puede llegar a pensar erróneamente: “¿No dice Dios que Él nos cela?” la respuesta es sí, pero con una clase distinta de celo; nos el tipo de celos que llevará a la envidia y el pecado, es un celo protector, mucho mayor que el que un padre amoroso tendría por su hijo.

Dios nos está celoso de nosotros; está celoso por nosotros, lo que quiere decir que él desea nuestro compañerismo y amor. Él nos cela y nos protege del mal, vigilándonos con extremo cuidado.

Josué dijo así: “No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien.” (Josué 24:19-20). Las palabras de Josué fueron una fuerte advertencia a la nación de Israel para no permitir nada que pudiera impedir su comunión con Dios.

Muchas veces nosotros le dedicamos tiempo y energía a los dioses de nuestro tiempo:

o   La prosperidad material
o   La posición social.
o   Video juegos
o   Apariencias superficiales ante otros
o   Etc.

Si no recibimos lo que creemos merecer, eso detonará el celo dentro de nosotros, perdiendo de vista la santidad y bondad de Dios, dejamos de lado la oportunidad maravillosa de tener una relación más profunda con Él.

Puede parecer difícil vivir apartado de los celos, pero no lo es. Para lograrlo, tenemos que llegar a un punto en que nos demos cuenta de que la obediencia parcial no es obediencia. En otras palabras, no se puede ser bueno con una persona delante de ella y luego a sus espaldas soltar palabras de celos y envidia contra ella. Aprender a despojarse de los sentimientos de celos es un proceso, Dios al igual que todo pecado, quiere que lo confesemos y nos apartemos de ese pecado, si es posible, para siempre. ¿Sabes por qué? Porque los celos pueden crear una atmosfera de ansiedad y temor en el corazón.

El antiguo adagio: “Una cosa lleva a otra es muy cierto, si tenemos problemas con los celos, debemos saber que no es la única mina con la que chocaremos.

La secuencia es la siguiente: 1- los celos llevan a la envidia. 2- La envidia a la ira. 3.- y la ira al temor.

Este ciclo continuará hasta que quedemos paralizados o hasta que nos volvamos a Dios y le pidamos que intervenga. “Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11)

Los celos son opcionales.

Los hermanos de José nunca tuvieron en cuenta la voluntad y el propósito de Dios para su propio futuro. Vieron como trataban a José y se sintieron excluidos, amenazados, celosos y airados. El pecado siempre comienza por un solo pensamiento. Es en este momento donde podemos escoger entre: Aferrarnos a él o dejarlo escurrirse de nuestra mente.

¿Cómo podemos ganar la batalla a los celos?

Dios estaba siempre con José, por eso siempre tenía una sensación profunda de paz en su corazón (Génesis 39:21) él siempre se mantuvo con su confianza firme en Dios.

Muchas veces nuestras circunstancias no tienen sentido alguno desde nuestra perspectiva. Sin embargo, desde la perspectiva de Dios tiene mucho sentido. Él utilizó las tribulaciones de José para prepararlo para un servicio, pero Dios también trajo para él y traerá para nosotros, esperanza aun en situaciones desesperadas.

Hasta el apóstol Pedro tuvo que ser advertido de esta situación. Después de la resurrección le preguntó al Señor Jesús sobre el apóstol Juan: “Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” (Juan 21:20-22)

Esta es una respuesta perfecta a los celos: “¿Qué a ti? Sígueme tu” En otras palabras, Dios te está diciendo, no dirija tu corazón a otros y las bendiciones de Dios para aquellos, sino que centres tu atención absoluta en Dios. Con tus ojos fijos en Dios, no te preocuparás más por los demás.

Santiago escribió: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:13-18)


¿Qué harás la próxima vez que vengan esos sentimientos y pensamientos a tu mente? Reconozcamos que ninguno de nosotros somos perfectos, tú no eres perfecto, ni al que envidias lo es. No caigamos en los efectos de esta mina terrible que nos conducirá a un ciclo destructivo de nuestras vidas. Confesemos a Dios nuestro pecado, y reconoce que necesitas centrar tu mira a Dios, el te dice: “Sígueme tú”, arrepiéntete y comienza a seguir a Dios de la forma correcta.

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