El
Gran Secreto: en 8 pasos
Pablo
escribió que aprendió el secreto de estar contento. Esto lo llama un secreto,
porque es algo que muchas personas nunca llegan a aprender. También le llama
así por la gran dificultad que tienen los no creyentes para entender lo que
hace que los creyentes están felices, para ellos es como un enigma.
1. Incluye estar perfectamente
satisfechos en un sentido, y al mismo tiempo estar completamente insatisfechos
en otro.
Los creyentes están felices porque
saben que Dios está con ellos, pero están infelices si no sienten la presencia
de Dios. También les hace infelices acordarse de que son
pecadores, porque es el pecado lo que obstaculiza el disfrute de su comunión
con Dios. Solamente en el cielo serán libres del pecado y disfrutarán de una
comunión ininterrumpida con Dios. Mientras tanto, no pueden estar satisfechos
con las cosas que los no creyentes prefieren. La experiencia del amor de Dios
es para ellos más importante que cualquier cosa que este mundo puede
ofrecerles. El salmista sintió algo parecido cuando escribió, “¿A quién tengo
yo en los cielos? y fuera de Ti nada deseo en la tierra” (Salmos 73:25). La
experiencia de ser amados por Dios ha guardado felices a los creyentes, aún en
medio de los problemas más difíciles.
2. Proviene no del hecho de obtener
más, sino de desear menos.
El
no creyente piensa que entre más tenga para disfrutar, tendrá más felicidad.
Los cristianos saben que esto solo les hará felices momentáneamente. Los
creyentes encuentran que lo que les hace realmente felices es cuando desean
solamente las cosas que Dios ha escogido para ellos. Su felicidad no surge del
tamaño de su saldo en el banco, sino más bien de su voluntad de estar
satisfechos con lo que Dios les da. Una persona que posee muchas cosas pero que
desea más, siempre será miserable. Una persona que posee pocas cosas pero que
ya no desea más, siempre será feliz.
3. No es dejar de preocuparse, sino
preocuparse de algo diferente.
Supongamos
que estamos infelices acerca de un problema que nos afecta. Nos estamos
engañando a nosotros mismos si pensamos que todo lo que nos hace falta para ser
felices es que el problema sea quitado. La cosa que realmente nos hace
infelices es el pecado. Si fuéramos a preocuparnos más acerca de eso, nuestros
otros problemas ya no parecerán tan grandes. Un pecado en particular que los
creyentes son propensos a cometer es olvidarse que todo lo que tienen viene de
Dios. Entonces, se olvidan de agradecerle y comienzan a echarle la culpa por
las cosas que están sufriendo. Si se acordaran de que Dios siempre les trata
mejor de lo que merecen, entonces sería más sencillo ser felices, aún en
tiempos de dificultad.
4. Los problemas no necesitan ser
quitados de nosotros para ser felices.
A
menudo Dios nos bendice mientras que estamos sufriendo. A veces resulta que un
problema nos ayuda a triunfar sobre la naturaleza pecaminosa, y nos acercar más
a Dios, y en esta forma el problema se convierte en una bendición.
5. No se logra por desear más u
obtener más, sino por hacer más.
El
creyente se dice a sí mismo: “Dios está detrás de lo que me acontece, y es
debido a El que ya no estoy tan feliz como lo estuve antes. Pero no debo
quejarme, sino que debo buscar nuevas maneras de servir a Dios y encontrar
felicidad en obedecerle”. Los creyentes siempre serán más felices sirviendo a
Dios en la situación en que se encuentren, y no afanándose por las cosas que no
tienen.
6. Viene de aprender a aceptar la
voluntad de Dios como lo mejor.
Cuando
aprenden eso, ya no les preocupa el no obtener exactamente lo que quieren.
Ahora son felices con lo que Dios quiere, amando lo que El ama y aborreciendo
lo que El aborrece. Ahora dicen: “Dios me ha hecho sabio espiritualmente, me ha
hecho santo, me ha enseñado a aceptar su voluntad como lo mejor. Porque Él está
satisfecho y es glorificado por ello, estoy feliz.” La causa de la infelicidad
de los creyentes es el pecado en sus vidas. Si pudiéramos acabar con los
sentimientos pecaminosos y contrarios a la voluntad de Dios que conducen a la
impiedad, seríamos más felices.
7. No es el resultado de lo que
poseemos, sino del tipo de persona que somos.
Este
es el gran secreto de la felicidad. Ahora, aquellos que son felices en esta
manera (felices de dentro porque son piadosos) encuentran que están contentos
con cualquier cosa que Dios les envía. Los creyentes saben que todo lo que
tienen es el don de Dios: la salud, el hogar, la comida, la ropa, los amigos,
la familia, el empleo, las oportunidades y la sana diversión. Cada una de estas
cosas son el don de Dios y una manifestación de su amor. Entonces, los
creyentes están agradecidos y felices de recibirlas. Quizás tengan menos que
algunos de los no creyentes, pero aprecian más lo que tienen porque saben que
es mejor tener poco y ser hijo de Dios, que tener mucho y estar bajo su
condenación. Aún más, los creyentes saben que cada manifestación de Dios que
reciben es como si fuera un depósito o garantía de que en la vida venidera,
Dios les dará todas las cosas buenas que les ha prometido. Todo lo que Dios les
ha dado les hace felices, y sirve para recordarles que serán mucho más felices
en el cielo. Los creyentes encuentran que cuando sufren reciben más consuelo
pensando acerca del Señor Jesús, que lo que jamás recibirán quejándose.
8. La máxima felicidad proviene del
conocimiento de Dios.
Con
el transcurso del tiempo, el creyente descubre en forma creciente que la fuente
de felicidad verdadera es Dios mismo. En el cielo Dios será la única fuente de
felicidad (Ap. 21:22-23). Aún aquí en la tierra podemos comenzar a disfrutar
esta felicidad que se encuentra solo en Dios.
“El contentamiento
cristiano, una joya rara” de Jeremiah Burroughs.
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