Las
librerías están repletas de libros sobre cómo renovar nuestras iglesias,
incluyendo el tiempo de culto. Las revistas para pastores tocan a menudo este
importante tema. Las conversaciones entre líderes y laicos incluyen con
frecuencia comentarios sobre “lo
aburrido” o “lo emocionante” de
tal culto, tal iglesia, o tal campaña. Y en muchos países la constante travesía
que hacen muchos de iglesia en iglesia es prueba de que algo falta. ¿Dónde está
el vacío? ¿Cuál es el verdadero problema?
¿Por qué ir a culto?
Si
pudiéramos mirar la tierra desde un satélite cualquier domingo por la mañana,
veríamos un glorioso panorama de miles de cristianos saliendo de sus casas para
ir a culto, Biblias en mano, pasos apresurados. ¿A qué van? A pesar de que todos participen de una actividad
común, no existe un consenso sobre el propósito del servicio dominical. Ha
ocurrido una especie de amnesia en la iglesia, dejando una noción vaga del
propósito principal de la adoración a Dios. ¿Cuáles son algunos de los
conceptos comunes sobre el tiempo de culto?
1.
El culto es evangelismo
Muchas
Iglesias consideran el evangelismo la causa del servicio, por esta razón se
disponen todos los esfuerzos en dirección al inconverso que visitará la
congregación; esto incluye la música, la predicación, que suele ser superficial
para no excluir al no-cristiano, y el llamado a “recibir al Señor”.
Pero,
el
culto no es evangelismo. Dios convoca Sus hijos para adorarle y sólo
ellos estarán dispuestos a hacerlo. Un no-cristiano no quiere y no puede adorar
a Dios. Aunque existe “evangelismo” en el culto, no podemos afirmar que es una
reunión que tenga eso como propósito central.
2.
El culto como técnica para crecer
Si
se cree que el servicio dominical es para evangelizar se tendrá como objetivo
atraer los inconversos y se utilizarán todo tipo de estrategias para ello, como
la música o la danza, por ejemplo. A su vez, se dejarán de lado todos aquellos
elementos tradicionales que no se consideren atractivos. Todo estará enfocado
en aumentar el número de asistentes o “consumidores religiosos”.
Pero,
el
servicio de adoración no puede reducirse a una técnica. La adoración no
es un medio para atraer a los incrédulos, sino que su fin es glorificar a Dios.
Es el momento de comunión entre el Señor y Su pueblo. El culto bíblico es
evangelístico, pero no por estrategias de hombres, sino por el impacto que
tiene la predicación de la Sana Doctrina y la actitud de fe manifestada en los
creyentes que asisten.
3.
El ‘estilo’ de culto es determinante para el evangelismo
Cuando
una iglesia utiliza su culto para ‘atraer’ a los miembros, entonces pone todo
su enfoque en el ‘estilo’ de sus actividades, con el fin de producir ciertos
resultados, y los asistentes pasan de ser adoradores a ser espectadores y
consumidores de un producto que se les ofrece. El culto se puede volver como un
concierto (donde la banda y los cantantes son el enfoque), o como un cine
(completo con una pantalla grande y buenas cámaras) o como un teatro (con
excelente ‘actor’ que hace reír o llorar a la gente como quiere).
Pero,
el
‘estilo’ debe ser bíblico. La forma y contenido del culto deben
mantener la perspectiva bíblica, no la cultural. Nuestras reuniones deben
glorificar a Dios en el estilo de orar, predicar, etc. La Palabra debe dirigir
nuestras creencias y nuestras prácticas.
4.
El culto es enseñanza
Algunos
creen que la principal meta del culto es impartir enseñanzas bíblicas. Esto
convierte la iglesia en un instituto bíblico, donde el énfasis es la
conferencia.
Pero,
el
culto es más que enseñanza: la explicación de la Palabra de Dios es de
suma importancia, pero no es el único elemento importante, pues existen otras
prácticas que la rodean, como la alabanza, la reverencia, la humillación (Salmo
95:1-2,6), la confesión (Salmo 95:7-8) y la oración (Mateo 21:13).
5.
El culto es una ‘experiencia’
Muchas
iglesias han promovido el concepto que el culto debe ser una experiencia que
conmueve el corazón para sentirse mejor, una práctica emocional, sentimental,
placentera. Por eso llega a medirse el ‘éxito’ del culto con el grado de
éxtasis que produjo en el participante.
Pero,
la
Biblia no la enfoca en nuestra experiencia. Dios evalúa nuestros cultos
no por el efecto que hayan tenido en nuestras vidas, sino ¡si fue «aceptable»
para Él! (Gn 4:3-7; Ex 32; Isa. 1; Ro. 12:1,2; 14:17,18; He. 12:28-29, 13:16).
En la Biblia encontramos que el creyente se acerca a Dios para dar, más que
para recibir. «Ofrendamos» (Salmo 4:5), «nos postramos» (Isa. 49:7),
«confesamos» (Salmo 32:5), «nos arrodillamos» (Salmo 95:6), «cantamos» (Salmo
95:1) y «ofrendamos» (Ex. 34:20).
Dios nos conceda
reconocer que el centro de todo lo que hacemos en nuestra vida es Él, todo lo
demás es añadidura.
Fragmento adaptado del
texto “Renovando Pacto con Dios” de
Guillermo Green
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