1. A menos que tengamos
cuidado, la palabra, la cual es para señalarnos a Dios, realmente puede intervenir y ocultar a Dios de nosotros. La mente puede estar ocupada e interesada,
y deleitándose en lo que encuentra, y si
esto solo es más conocimiento que otra cosa, puede traernos muy poco bien.
Si no nos lleva a esperar en Dios, a glorificarle, a recibir su gracia y su
poder, para endulzar y santificar nuestras vidas, se convierte en un
impedimento en lugar de una ayuda.
2. Otra lección que no
puede ser repetida muchas veces, o expresada con tanta urgencia, es que es solo por la enseñanza del Espíritu Santo
que podemos llegar al verdadero significado de lo que Dios quiere decir por
medio de su Palabra, y que la Palabra realmente alcanzará nuestra vida
interior, para luego obrar en nosotros.
El Padre que está en
los cielos, quien nos dio su Palabra desde el cielo, con sus divinos misterios
y su mensaje, nos ha dado su Santo Espíritu
para que esté en nosotros, para explicar y destinar adecuadamente esa Palabra. El Padre
quiere que nosotros cada vez le pidamos
que seamos enseñados por su Espíritu. Quiere que nos postremos delante de Él
con una disposición mental enseñable y dócil, y que creamos que el Espíritu, en
lo más profundo de nuestro corazón, hará su Palabra viva y eficaz. Quiere que
recordemos que el Espíritu nos ha sido dado para que podamos ser guiados por
Él, para que andemos delante de Él, y para que toda nuestra vida esté bajo su
control, y que por lo tanto Él no puede enseñarnos en la mañana a menos que
honestamente nos entreguemos a su guía. Pero si hacemos esto y pacientemente
esperamos en Él, no para obtener nuevos pensamientos sino para tener el poder
de la palabra en nuestros corazones, entonces podemos contar con su enseñanza.
3. Siempre estudie la Palabra de Dios en el espíritu de una incondicional
rendición para obedecer. Si usted se acostumbra a estudiar la Biblia sin un
propósito serio y muy definido para obedecer, usted se endurecerá en la
desobediencia.
Nunca lea la voluntad
de Dios en lo que respecta a usted, sin entregarse con honestidad al
cumplimiento inmediato de ella, pidiendo la gracia para hacerlo. Dios nos ha
dado Su Palabra, para decirnos lo que Él quiere que nosotros hagamos y cuál es
la gracia que ha preparado para capacitarnos al respecto: ¡Que triste es pensar
que es algo piadoso simplemente leer tal o cual palabra sin hacer ningún
esfuerzo serio para obedecerla! ¡Que el Señor nos guarde de este terrible
pecado!
Hagamos un hábito
sagrado el hecho de decirle a Dios: “Señor, cualquier cosa que yo sepa que es
tu voluntad, la obedeceré inmediatamente”.
4. Recuerde que hay muchos mandamientos a los cuales
tal vez su atención nunca ha sido
dirigida, u otros de los cuales la
aplicación es tan amplia y tan
incesante que usted no los ha tomado en cuenta. Lea la Palabra de Dios con
un profundo deseo de conocer toda Su voluntad. Si hay cosas que parecen
difíciles, mandamientos que parecen muy altos, o mandamientos de los cuales
usted necesita una guía divina para entender cómo llevarlos a cabo, y en verdad
hay muchos como éstos, permita ser
guiado a buscar una enseñanza divina. No es el texto más fácil o el más
alentador el que trae el que trae más bendición, sino el texto, ya sea fácil o
difícil, que lo acerca más a Dios. Dios quiere que “les haga conocer plenamente
su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual” (Colosenses 1: 9); es
en el lugar secreto de oración en donde esta maravillosa obra es realizada.
Recuerde, es solo cuando usted sabe que Dios le dice que haga algo que usted
siente la seguridad de que Él le dará la fuerza para hacerlo. Es solo cuando
estamos dispuestos a conocer toda la voluntad de Dios que Él, de vez en cuando,
nos revelará más de ella, y seremos capaces de hacerla en su totalidad.
Fragmento tomado del libro
– “Escuela de la obediencia” de Andrew Murray.
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