“La Soledad”, dijo el poeta ciego John
Milton: “es lo primero que el ojo de Dios
declaró no bueno”. Cuando Dios observó su creación en los albores de la
historia humana, declaró: “no es bueno que el hombre esté solo; le daré ayuda
idónea” (Génesis 2:18). Sabía
que su máxima creación, como él mismo, desearía compañía y compañerismo.
Con
la creación de Eva, Dios suplió esa necesidad. Pero cuando los primeros seres
humanos pecaron, se hizo una separación- por primera vez- entre ellos y Dios y
entre el esposo y la esposa. El pecado, y con él los conflictos, el egoísmo y
la soledad, hizo su aparición en el mundo.
La
Biblia enfoca nuestra necesidad de tener comunión con Dios y que las personas,
especialmente los cristianos se amen, se ayuden, se alienten, se perdonen y se
cuiden mutuamente. Una relación creciente con Dios y con otros llega a ser la
base de cualquier solución al problema de la soledad.
La respuesta al
problema de la soledad.
Al ayudar a jóvenes
solitarios, el líder o consejero juvenil entendido, en su lugar, tomará un
curso de acción como el que sigue que puede ayudar a determinar el origen del
problema y encararlo con eficacia:
1. Escuchar.
Anime
al joven a hablar libremente de su soledad. Trate de ayudarlo a expresarse, haciéndole
preguntas: ¿Puedes describir lo que sientes y piensas? ¿Cuánto hace que estás
luchando con estos sentimientos de soledad? ¿Cuándo te sientes más solo?
¿Cuándo te sientes menos solo? ¿Hay ocasiones cuando estos sentimientos
desaparecen? Descríbelas. ¿Cuáles son las maneras en que tratas de manejar tu
soledad?
2. Empatizar.
Al
ir compartiendo el joven sus sentimientos de soledad, comunique su empatía e
interés: Inclinándose hacia adelante en tu lugar; Míralo a los ojos; mueve tu
cabeza para indicar que lo comprende; espera pacientemente durante los periodos de silencio o llanto.
3. Alentar.
Manténgase
alerta para aprovechar toda oportunidad para ofrecer una palabra de aliento
sincera y veraz al joven, particularmente si existe la posibilidad de que la
soledad del joven sea el resultado de un concepto bajo de sí mismo.
4. Dirigir.
Con
suavidad pero con firmeza dirija al joven de manera que pueda ir expresando las
causas y los efectos de su soledad, guiándolo con sensibilidad para que asuma
su responsabilidad.
5. Comprometer.
En
cuanto se haya identificado la causa principal de la soledad, motive la
participación del joven para desarrollar
un plan de acción a fin de superar su soledad. Guíelo a establecer metas
específicas. Dicho plan de acción debe ser específico y medible, debe ser
razonable y práctico y debe expresarse positivamente.
6. Redefinir.
Si
la soledad de la persona parece
persistir o empeorar, especialmente si su conducta puede llegar a calificarse
de excéntrica o si empieza a hablar de suicidarse, refiéralo lo antes posible a
un consejero profesional cristiano.
Algunas citas que pueden
ayudarte: Números 11; Salmo 37:1-4, 23-24; Salmo 68:5-6; Eclesiastés 4:9-12;
Isaías 26:3; Juan 8:29; Juan 14:1-27.
Extraído del libro: "Manual para consejeros de Jóvenes."
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