martes, 2 de julio de 2013

La Perspectiva bíblica del problema de la soledad.

         La Soledad”, dijo el poeta ciego John Milton: “es lo primero que el ojo de Dios declaró no bueno”. Cuando Dios observó su creación en los albores de la historia humana, declaró: “no es bueno que el hombre esté solo; le daré ayuda idónea” (Génesis 2:18). Sabía que su máxima creación, como él mismo, desearía compañía y compañerismo.

Con la creación de Eva, Dios suplió esa necesidad. Pero cuando los primeros seres humanos pecaron, se hizo una separación- por primera vez- entre ellos y Dios y entre el esposo y la esposa. El pecado, y con él los conflictos, el egoísmo y la soledad, hizo su aparición en el mundo.

La Biblia enfoca nuestra necesidad de tener comunión con Dios y que las personas, especialmente los cristianos se amen, se ayuden, se alienten, se perdonen y se cuiden mutuamente. Una relación creciente con Dios y con otros llega a ser la base de cualquier solución al problema de la soledad.

La respuesta al problema de la soledad.
Al ayudar a jóvenes solitarios, el líder o consejero juvenil entendido, en su lugar, tomará un curso de acción como el que sigue que puede ayudar a determinar el origen del problema y encararlo con eficacia:

1.      Escuchar.
Anime al joven a hablar libremente de su soledad. Trate de ayudarlo a expresarse, haciéndole preguntas: ¿Puedes describir lo que sientes y piensas? ¿Cuánto hace que estás luchando con estos sentimientos de soledad? ¿Cuándo te sientes más solo? ¿Cuándo te sientes menos solo? ¿Hay ocasiones cuando estos sentimientos desaparecen? Descríbelas. ¿Cuáles son las maneras en que tratas de manejar tu soledad?

2.      Empatizar.
Al ir compartiendo el joven sus sentimientos de soledad, comunique su empatía e interés: Inclinándose hacia adelante en tu lugar; Míralo a los ojos; mueve tu cabeza para indicar que lo comprende; espera pacientemente  durante los periodos  de silencio o llanto.

3.      Alentar.
Manténgase alerta para aprovechar toda oportunidad para ofrecer una palabra de aliento sincera y veraz al joven, particularmente si existe la posibilidad de que la soledad del joven sea el resultado de un concepto bajo de sí mismo.

4.      Dirigir.
Con suavidad pero con firmeza dirija al joven de manera que pueda ir expresando las causas y los efectos de su soledad, guiándolo con sensibilidad para que asuma su responsabilidad.

5.      Comprometer.
En cuanto se haya identificado la causa principal de la soledad, motive la participación  del joven para desarrollar un plan de acción a fin de superar su soledad. Guíelo a establecer metas específicas. Dicho plan de acción debe ser específico y medible, debe ser razonable y práctico y debe expresarse positivamente.

6.      Redefinir.
Si la soledad de  la persona parece persistir o empeorar, especialmente si su conducta puede llegar a calificarse de excéntrica o si empieza a hablar de suicidarse, refiéralo lo antes posible a un consejero profesional cristiano.

Algunas citas que pueden ayudarte: Números 11; Salmo 37:1-4, 23-24; Salmo 68:5-6; Eclesiastés 4:9-12; Isaías 26:3; Juan 8:29; Juan 14:1-27.




Extraído del libro: "Manual para consejeros de Jóvenes." 

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