Muchos adultos que se interesan por los jóvenes
creen que el objetivo de consolar o aconsejarles es hacer que se sientan
felices. Pero el objetivo de ministrar a la juventud no es la felicidad sino la salud.
1. Salud Espiritual.
El primer objetivo al trabajar con
los jóvenes es y debe ser su salud espiritual. No podemos enfatizar demasiado
lo indispensable que es una relación real, personal, lozana con Jesucristo. Un
ejemplo de esto lo encontramos en el ministerio de Pablo quién escribió a los
colosenses (Colosenses 1:28) que su interacción oral con las personas siempre
tuvo la finalidad de promover la madurez cristiana.
Sólo el creyente que va madurando
desarrolla más profundamente el propósito primordial de su vida: Adorar
y servir.
Por lo tanto, el aconsejamiento bíblico adoptará como su principal estrategia
la promoción de la madurez espiritual. Cuando conversamos con otros creyentes,
hemos de tener siempre en cuenta el propósito de ayudarles a ser más maduros
para poder agradar mejor a Dios.
2. Salud Emocional.
Otro propósito al ministrar a la
juventud, y no relacionado intrínsecamente con la salud espiritual, es promover
la salud emocional. El doctor Henry Cloud destaca que los problemas emocionales
como la depresión, el pánico y los sentimientos de culpabilidad
están relacionados con “la imagen subdesarrollada de Dios en el alma”. La salud
emocional, cree Cloud, “descansa en el desarrollo de la imagen de Dios dentro
de nosotros”.
El joven que está siendo guiado a
lograr madurez espiritual en Cristo puede ser ayudado también a lograr salud
emocional, alcanzar una comprensión y la curación
de los problemas que lo atormentan.
3. Salud
en sus relaciones.
Otra manera de ministrar a la
juventud es promover la salud en la relaciones. Mucho del dolor y disfunción
que sufre la juventud actual es el resultado de relaciones malsanas o rotas.
Clave entre éstos es la relación con los padres. Una meta principal de
cualquier adulto que ama a los jóvenes es lograr el restablecimiento y la
restauración de las relaciones de ese joven, primero con Dios, luego con sus
padres, luego con los demás.
Extraído de Manual para consejeros
de jóvenes, Josh McDowell/ Bob Hostetler.
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