“Creo que no necesito
iniciar estos comentarios diciendo que debemos leer las Escrituras. Ustedes
saben cuán necesario es que nos alimentemos con la verdad de la Santa
Escritura. ¿Acaso necesito preguntarles si leen la Biblia? Me temo que esta es
una época en la cual se leen revistas, periódicos, pero no se lee la Biblia como se debería leer. En los tiempos de
los puritanos, los hombres contaban con un escaso suministro de otro tipo de
literatura, pero ellos encontraron una biblioteca completa en ese único libro,
la Biblia. Y ¡cómo leían la Biblia!
¡Cuán poco de la Escritura
hay en los sermones modernos comparados con los sermones de esos maestros de la
teología! Casi cada frase que ellos dicen parece arrojar luces
desde diferentes ángulos sobre el texto de la Escritura. No sólo sobre el texto
acerca del cual estaban predicando, sino muchos otros versículos son
contemplados bajo una nueva luz en el desarrollo del sermón. Ellos introducen
luces entremezcladas procedentes de otros versículos que son paralelos o casi
paralelos al texto predicado, y de esta manera educan a sus lectores para
comparar lo espiritual con lo espiritual.
Yo le pido a Dios que
nosotros los ministros nos acerquemos más al grandioso Libro antiguo. Seríamos
predicadores capaces de instruir, si así lo hiciéramos, sin importar si somos ignorantes
del “pensamiento moderno,” o no estamos “al tanto de los tiempos.” Les
garantizo que estaríamos muchas leguas de distancia por delante de nuestro
tiempo, si nos mantuviéramos muy cerca de la Palabra de Dios.
Y en cuanto a ustedes,
hermanos y hermanas míos, que no tienen que predicar, el mejor alimento para
ustedes es la propia Palabra de Dios. Los sermones y los libros están muy bien,
pero los ríos que recorren una gran distancia sobre la tierra, gradualmente
recogen algo de basura del suelo sobre el que fluyen y pierden la frescura que
los acompañaba al salir del manantial. La verdad es más dulce cuando acaba de
salir de la Roca abierta, pues ese primer chorro no ha perdido nada de su
vitalidad ni de su carácter celestial. Siempre es mejor beber agua del pozo,
que del tanque de almacenamiento. Ustedes se darán cuenta que leer la Palabra
de Dios por ustedes mismos, leer esa Palabras más que comentarios y notas
acerca de ella, es la manera más segura de crecer en la gracia. Beban la leche
sin adulteración de la Palabra de Dios, y no la leche descremada, o la leche
mezclada con agua proveniente de la palabra del hombre.
Un viejo predicador
solía decir que la Palabra tiene un poderoso cauce sin interrupciones en muchas
personas hoy en día, pues entra por un oído y de inmediato sale por el otro. Lo
mismo parece suceder con algunos lectores: pueden leer muchísimo, pero es
porque no leen nada. El ojo mira, pero la mente no descansa nunca. El alma no
se posa sobre la verdad ni se queda allí. Revolotea sobre el paisaje como
podría hacerlo un pájaro, pero no construye ningún nido allí, ni encuentra
descanso para la planta de su pie. Ese tipo de lectura no es lectura. Entender
el significado es la esencia de la verdadera lectura.
Ahora, queridos
hermanos, a menos que entendamos lo que leemos, no hemos leído nada. Algunos se
consuelan a sí mismos con la idea que han llevado a cabo una buena acción
cuando han leído un capítulo, pero cuyo significado no han entendido del todo.
Pero ¿acaso la propia naturaleza no rechaza esto como mera superstición? Si
hubieras colocado el libro al revés, y hubieras dedicado el mismo tiempo a leer
las letras en esa posición, te habrías beneficiado tanto como si lo leyeras en
la posición normal sin entenderlo.
Si tuvieran el Nuevo Testamento
en griego, para muchos de ustedes sería imposible de entender, pero se
beneficiarían de igual manera leyendo eso como si leyeran el Nuevo Testamento
en español, a menos que lo leyeran con un corazón capaz de entenderlo. No es la
letra la que salva al alma; la letra mata en muchos sentidos, y nunca puede dar
la vida. Si insistes en quedarte sólo con la letra, puedes ser tentado a usarla
como un arma en contra de la verdad, como lo hicieron los fariseos
antiguamente, y tu conocimiento de la letra puede engendrar orgullo en ti, para
tu propia destrucción.
Es por medio del
espíritu o sea, el significado interno real que es absorbido por el alma, que
somos bendecidos y santificados. Nos saturamos de la Palabra de Dios, como el
vellón de Gedeón, que estaba remojado del rocío del cielo. Y esto sólo puede
suceder cuando recibimos la Palabra en nuestras mentes y en nuestros corazones,
aceptándola como la verdad de Dios, y entendiéndola de tal manera como para
gozarnos en ella. Entonces debemos entenderla, o de lo contrario no la hemos
leído correctamente.
Amados hermanos, nunca
van a obtener consuelo para sus almas de una fuente que no entienden, ni van a
encontrar ninguna guía para sus vidas de algo que no comprenden; ni ninguna
aplicación práctica para su carácter podrá venir de lo que no es entendido por
ustedes”. – Charles Spurgeon
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