viernes, 19 de julio de 2013

Si no entiende la Biblia, no la ha leído bien!

“Creo que no necesito iniciar estos comentarios diciendo que debemos leer las Escrituras. Ustedes saben cuán necesario es que nos alimentemos con la verdad de la Santa Escritura. ¿Acaso necesito preguntarles si leen la Biblia? Me temo que esta es una época en la cual se leen revistas, periódicos, pero no se lee la Biblia como se debería leer. En los tiempos de los puritanos, los hombres contaban con un escaso suministro de otro tipo de literatura, pero ellos encontraron una biblioteca completa en ese único libro, la Biblia. Y ¡cómo leían la Biblia!

¡Cuán poco de la Escritura hay en los sermones modernos comparados con los sermones de esos maestros de la teología! Casi cada frase que ellos dicen parece arrojar luces desde diferentes ángulos sobre el texto de la Escritura. No sólo sobre el texto acerca del cual estaban predicando, sino muchos otros versículos son contemplados bajo una nueva luz en el desarrollo del sermón. Ellos introducen luces entremezcladas procedentes de otros versículos que son paralelos o casi paralelos al texto predicado, y de esta manera educan a sus lectores para comparar lo espiritual con lo espiritual.

Yo le pido a Dios que nosotros los ministros nos acerquemos más al grandioso Libro antiguo. Seríamos predicadores capaces de instruir, si así lo hiciéramos, sin importar si somos ignorantes del “pensamiento moderno,” o no estamos “al tanto de los tiempos.” Les garantizo que estaríamos muchas leguas de distancia por delante de nuestro tiempo, si nos mantuviéramos muy cerca de la Palabra de Dios.

Y en cuanto a ustedes, hermanos y hermanas míos, que no tienen que predicar, el mejor alimento para ustedes es la propia Palabra de Dios. Los sermones y los libros están muy bien, pero los ríos que recorren una gran distancia sobre la tierra, gradualmente recogen algo de basura del suelo sobre el que fluyen y pierden la frescura que los acompañaba al salir del manantial. La verdad es más dulce cuando acaba de salir de la Roca abierta, pues ese primer chorro no ha perdido nada de su vitalidad ni de su carácter celestial. Siempre es mejor beber agua del pozo, que del tanque de almacenamiento. Ustedes se darán cuenta que leer la Palabra de Dios por ustedes mismos, leer esa Palabras más que comentarios y notas acerca de ella, es la manera más segura de crecer en la gracia. Beban la leche sin adulteración de la Palabra de Dios, y no la leche descremada, o la leche mezclada con agua proveniente de la palabra del hombre.

Un viejo predicador solía decir que la Palabra tiene un poderoso cauce sin interrupciones en muchas personas hoy en día, pues entra por un oído y de inmediato sale por el otro. Lo mismo parece suceder con algunos lectores: pueden leer muchísimo, pero es porque no leen nada. El ojo mira, pero la mente no descansa nunca. El alma no se posa sobre la verdad ni se queda allí. Revolotea sobre el paisaje como podría hacerlo un pájaro, pero no construye ningún nido allí, ni encuentra descanso para la planta de su pie. Ese tipo de lectura no es lectura. Entender el significado es la esencia de la verdadera lectura.

Ahora, queridos hermanos, a menos que entendamos lo que leemos, no hemos leído nada. Algunos se consuelan a sí mismos con la idea que han llevado a cabo una buena acción cuando han leído un capítulo, pero cuyo significado no han entendido del todo. Pero ¿acaso la propia naturaleza no rechaza esto como mera superstición? Si hubieras colocado el libro al revés, y hubieras dedicado el mismo tiempo a leer las letras en esa posición, te habrías beneficiado tanto como si lo leyeras en la posición normal sin entenderlo.

Si tuvieran el Nuevo Testamento en griego, para muchos de ustedes sería imposible de entender, pero se beneficiarían de igual manera leyendo eso como si leyeran el Nuevo Testamento en español, a menos que lo leyeran con un corazón capaz de entenderlo. No es la letra la que salva al alma; la letra mata en muchos sentidos, y nunca puede dar la vida. Si insistes en quedarte sólo con la letra, puedes ser tentado a usarla como un arma en contra de la verdad, como lo hicieron los fariseos antiguamente, y tu conocimiento de la letra puede engendrar orgullo en ti, para tu propia destrucción.

Es por medio del espíritu o sea, el significado interno real que es absorbido por el alma, que somos bendecidos y santificados. Nos saturamos de la Palabra de Dios, como el vellón de Gedeón, que estaba remojado del rocío del cielo. Y esto sólo puede suceder cuando recibimos la Palabra en nuestras mentes y en nuestros corazones, aceptándola como la verdad de Dios, y entendiéndola de tal manera como para gozarnos en ella. Entonces debemos entenderla, o de lo contrario no la hemos leído correctamente.


Amados hermanos, nunca van a obtener consuelo para sus almas de una fuente que no entienden, ni van a encontrar ninguna guía para sus vidas de algo que no comprenden; ni ninguna aplicación práctica para su carácter podrá venir de lo que no es entendido por ustedes”. – Charles Spurgeon

No hay comentarios.:

Publicar un comentario